sábado, 16 de mayo de 2009

Cuidado con el extraño

Unos pocos años después de que nací, mi Papá conoció a un extraño recién arribado a nuestro pueblito. Desde el comienzo, Papá estuvo fascinado con este encantador recién llegado y pronto le invitó a vivir con nuestra familia. El extraño fue rápidamente aceptado y siempre estuvo presente a partir de entonces.
Al crecer, nunca cuestioné su lugar en mi familia. En mi joven mente, él tenía un lugar especial. Mis padres eran instructores complementarios: Mamá me enseñó a diferenciar el bien del mal, y Papá me enseñó a obedecer. Pero el extraño… él era nuestro relator de historias. Nos mantenía hipnotizados por horas sin fin con aventuras, misterios y comedias.
Si yo quería saber cualquier cosa sobre política, historia o ciencia, él siempre sabía las respuestas sobre el pasado, comprendía el presente ¡y aún parecía capaz de predecir el futuro! Llevó a mi familia al primer partido de grandes ligas. Me hizo reír y me hizo llorar. El extraño nunca dejaba de hablar, pero a Papá no pareció importarle.
Algunas veces, Mamá se levantada en silencio mientras que el resto de nosotros nos acallábamos el uno al otro para escuchar lo que él tenía que decir, y ella se iba a la cocina buscando paz y quietud (me pregunto ahora si alguna vez oró para que el extraño se fuese).
Papá gobernaba nuestra casa con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sintió obligado a honrarlas. La irreverencia, por ejemplo, no se permitía en nuestro hogar… no de parte nuestra, ni de nuestros amigos ni de ninguna visita.
Nuestra visita de larga estancia, sin embargo, se salía con la suya con vulgaridades que quemaban mis oídos y hacían a mi Papá retorcerse y a mi Mamá sonrojarse. Mi Papá no permitía el beber alcohol con liberalidad. Pero el extraño nos animaba a probarlo de manera regular.
Hacía que los cigarrillos se vieran en onda, los cigarros, varoniles y las pipas, distinguidas. Hablaba libremente (demasiado libremente) sobre el sexo. Sus comentarios eran algunas veces flagrantes, algunas veces sugestivos, y por lo general, embarazosos.
Ahora sé que mis primeros conceptos sobre las relaciones fueron fuertemente influenciados por el extraño. Una y otra vez se opuso a los valores de mis padres y sin embargo, rara vez fue reprendido… y nunca se le pidió que se fuera.
Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con mi familia. Halló su lugar entre nosotros y ya no es tan fascinante como al comienzo. Todavía, si pudiesen entrar a la casa de mis padres hoy, lo hallarían sentado en su esquina, esperando a alguien para hablarle y observarle dibujar sus imágenes.
¿El nombre del extraño? Le llamamos “TV”.
Ahora tiene una esposa… y a ella la llamamos “Computadora”.
Tiene cuatro Hijos y se llaman. Ipod,Itouch,Celular y MP3.

Enviado por Leland Edwards a http://www.renuevodeplenitud.com/

jueves, 14 de mayo de 2009

Cómo reaccionar ante una pataleta

Hoy en día es muy común ver a un niño en un centro comercial, un restaurante o en un supermercado haciendo una pataleta. Pero también es muy común ver a los padres de dicho niño (a) reaccionar de manera equívoca.
Es más fácil darles lo que piden para poder callarlos, pero ¿qué estamos haciendo con está actitud?, ¿Estamos educando a nuestros hijos o los estamos malcriando?
Por supuesto que estamos enseñándoles que al utilizar está conducta, pueden conseguir todo lo que quieran, porque papi y mami están dispuestos a doblarse a su voluntad con tal de que no les hagan pasar una vergüenza pública.
Los niños, por naturaleza, buscan maneras para probar a los papás, y así saber hasta dónde pueden llegar en sus deseos. Así que estas rabietas no son más que pruebas que nos ponen, y en muchos casos los padres ayudan a que los niños con edades mínimas vayan tomando más y más el control sobre las circuntancias que nos rodean.
Para que esto no suceda, debemos aprender a decir NO, pero este No debe ser oportuno, claro y conciso. No importa donde podamos estar, debemos ser constantes en la manera en que disciplinamos. Y la falta de una disciplina o reglas establecidas, son las que hacen que los niños y niñas traten de ser los que lleven el control de estas situaciones.
Es muy fácil, darle a un niño de 2 0 3 años lo que pide, con tal de que no llore, y al efectuar dicha acción estamos dándole el mejor ejemplo de que cuando quieras algo solo debes llorar y así lo obtendrás. Pensamos que no estamos haciendo ningún daño, pero es el primer paso para el niño y último nuestro.
Cuando hablamos de disciplina, vale especificar, que no quiere decir gritarle, jalarle el pelo, pellizcarlo, golpearlo o humillarlo en público, quiere decir que vamos a enseñarles desde la casa, en la vida cotidiana, pues estos berrinches en público, son solo una probadita de lo que pasa siempre en el hogar.
La disciplina a la que me refiero, es una disciplina con amor, con paciencia y constancia. Es hablar con el niño y la niña y explicar por qué no vamos a hacer lo que pide. Por que si decimos NO, debe haber una razón o circunstancia, y ellos están en todo su derecho de conocerla y entenderla.
Creemos muchas veces, que no son capaces de entender las razones, por lo que nos cerramos a hablar con ellos, y lo que creamos es una separación en la comunicación que con el tiempo y los años, se convertirá en un abismo.
Mucho hemos escuchado, historias de cómo nuestros padres y abuelos fueron castigados, y creo que en la mayoría de los casos no estamos de acuerdo, y queremos para nuestros hijos e hijas lo mejor.
Estos berrinches son muchas veces las maneras que tienen los niños y las niñas de llamar nuestra atención, así que analice que estan pidiendo internamente, que estamos haciendo para que ellos tengan que utilizar este medio y así poder lograr un poco de nuestra atención, aunque esto traiga en muchos casos castigos y agresión.
Si desde pequeños nos comunicamos 100% con ellos, los escuchamos y enseñamos, cuando lleguen los primero berrinches, será más fácil que tomemos el control.
Así que la próxima vez que su hijo o hija haga un berrinche piense muy bien como va a actuar:

1. No se enfurezca para que no pierda el control de la situación.
2. Bájese a la altura de su hijo (a) o siéntese y mírele a los ojos.
3. De manera serena y segura, dígale que no le gusta lo que está haciendo. Que si quiere hablar con usted, debe ser sin gritos y sin llorar.
4.Escuché la petición del niño (a). Y analice rápidamente si se le puede complacer o no.
5. Dele una respuesta clara de por qué si o no, hará lo que le pide.

Ahora tendrá dos comportamientos dependiendo de su respuesta, uno será de felicidad por conseguir lo que quería, y el otro puede ser de más gritos, patadas y enojo, para este caso, debe armarse de más paciencia y ver a su hijo (a) como un niño (a), nunca como un adulto.
En caso, de que no se tranquilice, va a ser necesario que utilice una medida disciplinaria, como tiempo fuera ( sentarlo en una silla por unos minutos y decirle que cuando se tranquilice hablan), o sacarlo del juego, o quitar algún juguete o video. Ahora, cualquier medida disciplinaria, debe ser por pocos minutos dependiendo de la edad, y sólo una a la vez.

Así que ármese de paciencia pero sobretodo de mucho amor, para que pueda ayudar a sus hijos (as) a crecer en está área.

Andrea Carrillo de Contreras