En el Antiguo Testamento, Dios nos dice que es algo bueno el preguntarle acerca del futuro (Isaías 45:11). En el Nuevo Testamento, se nos reitera esta invitación. Es el propósito de Dios que sepamos sobre lo porvenir (Apocalipsis 1:1).
Los 6.000 millones de personas de nuestro mundo están viviendo esencialmente para el futuro. Día tras día, cada uno continúa trabajando y estudiando, con ansias de futuro, del día del mañana, del próximo año, esperando, con gran expectativa, que le sucedan cosas grandes y maravillosas. Pero ¿qué viene después de esta vida? Finalmente, llegamos a nuestro último destino (Hebreos 9:27). Sólo son sabios aquellos que han hecho los preparativos adecuados para esta realidad futura.
¿Entiendes cuán importante es estudiar el futuro? Por medio del conocimiento de nuestro destino final podemos estar seguros del lugar donde pasaremos la eternidad. Hoy es el día para hacer los preparativos necesarios para el futuro. ¿Disfrutaremos, en el futuro, de la presencia de nuestro Salvador eternamente? ¿ O sufriremos eterna condenación? (Mateo 13:38-43 ; Apocalipsis 20:10-15).
¿Por qué estudiar el futuro? ¡Porque el futuro es profecía!(Apocalipsis 19:10). Necesitamos darnos cuenta que más del 25% de nuestra Biblia consiste en profecías futuras. Estamos obligados a estudiar el futuro. La palabra profética es una parte inseparable de las Sagradas Escrituras. La Biblia es el único libro verdaderamente profético. La Biblia es el único libro que contiene el pasado, el presente y el futuro (Isaías 42:9 ;43:10).
Cuando abrimos nuestras Biblias en el Nuevo Testamento, al comienzo mismo ya epezamos a leer acerca del cumplimiento de la profecía bíblica (Mateo 1:22 ; 2:15,17,23). Esta profecía cumplida testifica el control que Dios tiene de la historia humana. En realidad, ¡la historia es Su historia!
En resumen, casi un tercio de las Sagradas Escrituras tienen un carácter profético. Eso nos lleva a estudiar los eventos que han de venir. Esta es la razón por qué los verdaderos creyentes en Jesucristo estamos esperando su venida. No basta creer la palabra profética sólo con la mente; es necesario creerla con nuestro corazón.
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