domingo, 9 de noviembre de 2008

SI LA MUERTE VIENE POR TI EN ESTE MOMENTO

SI LA MUERTE VIENE POR TI EN ESTE MOMENTO, ¿TIENES LA ABSOLUTA SEGURIDAD DE DÓNDE PASARÁS LA ETERNIDAD?

Esta pregunta, que no puede ser postergada ni tomada superficialmente en cuenta, exige una respuesta urgente y categórica. Torturado por el temor a morir, desde que tenía uso de razón, hice esta pregunta a un sinnúmero de personas y las respuestas recibidas nunca me dejaron satisfecho ni domeñaron un milímetro el pánico que me asistía el pensar que un día, indefectiblemente, me tocaría el turno de partir de este mundo. ¡Quería saber como estar absolutamente seguro y preparado para ese aciago día! Iba contra mi naturaleza y mi lógica que no hubiese una respuesta segura a esta interrogante.

Me parecía absurdo que se hicieran chistes sobre la muerte sin sentir una pizca de temor, y encontraba temerario el gesto de quien - en las películas de vaqueros- vociferaba “Nos vemos en el infierno” (mientras blandía una pistola contra su oponente, haciendo alarde de valentía y sangre fría).Reflexionaba, ¿por qué la gente vive contenta sin tener una respuesta clara? ¿Acaso saben algo que yo no sepa? ¿Por qué no les preocupa?

Tenía 14 años y con este pensamiento a flor de piel, me acerqué a mi capellán, el padre Felipe y le pregunté: “¿Cuán bueno o cuantas cosas buenas tengo que hacer para ir al cielo?” Sorprendido y vacilando me respondió: “No hay ninguna seguridad al respecto, pero esto no quita que debas esforzarte, pues te puede servir, para que el día que tengas que partir te encuentres en gracia de Dios, esto es, habiéndote confesado y recibido la eucaristía cercanamente a tu muerte y, aparte de esto, recibir la extremaunción conferida por un sacerdote”. Esta repuesta me produjo serias dudas. ¡Mi problema no estaba de ninguna manera resuelto!

Un amigo me rogó le acompañara a visitar los dos santuarios, de dos apariciones en Ocaña, la tierra natal de mi madre: “La iglesia de Jesús Cautivo” y “La iglesia de la Virgen de La Torcoroma”. Los ocañeros se sienten muy orgullosos de haber sido milagrosamente privilegiados de que “el mismo Jesús y su madre se les haya aparecido”. Observando la figura de la Virgen de Torcoroma, una dama se acercó a mi amigo y a mi y nos contó que cada cinco años se alternaba para cuidar estas dos apariciones de La Virgen y Jesús, nos manifestó que había sido fiel en serviles, cambiar las flores y mantener limpio y aseado el lugar, sin faltar ningún día y sin buscar alguna retribución monetaria. En este servicio había estado hasta el momento treinta y cinco años. No pude objetar la fidelidad de esta mujer, mas le pregunté: “¿Qué seguridad tiene usted de que allá en el cielo tenga el pase libre para entrar?”. Inmediatamente me respondió: “¡Nadie tiene esta seguridad, ni siquiera el mismo Papa!”

Me venía al pensamiento de si habría algún lugar de la tierra en dónde se pudiera resolver este gran misterio. Posiblemente en el Tíbet lo sepan, o en alguna otra religión, o si yo fuera aquel joven rico y Jesús me dijera, “vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme y tendrás tesoros en el cielo”, entonces no dudaría y no perdería esta tan maravillosa oportunidad, inmediatamente lo haría y compraría así el cielo. Pero en este último caso, primero tendría que hacerme rico y, segundo, lograr que Jesús se me apareciera. Pero ¿qué tal que no contara con el tiempo y la fortuna para enriquecerme? ¿Y si Jesús, por alguna razón que yo no entendiera, no se hiciera presente para hacerme tan afortunada propuesta? Sin ninguna duda yo estaba absolutamente seguro de que Jesús era sin igual, nadie podía compararse con Él. Cualquiera que tratara de decir otra cosa estaba loco.

¿Es que la mayoría de los seres humanos responden indiferentes a este asunto de la eternidad? En el capítulo tres de Juan, Jesús nos hace partícipes de un registro patético para almas agobiadas como la mía. Nicodemo pudo haber sido un buen católico, como yo pensé que lo era, o un buen protestante o lo que sea, sin la seguridad de la salvación eterna pero un buscador sincero de ella.

La narración nos dice que era un fariseo, intelectual y respetado por el pueblo de Israel. Este hombre vino a Jesús de noche ya que Jesús no podía ser un buen referente, para los importantes de ese tiempo, había que mantenerse al margen de personas como Él, amigo de todo tipo de gentuza. Nicodemo se acercó a la persona indicada para preguntarle como tener vida eterna. Jesús, el Hijo de Dios fue claro con él, le planteó que debía nacer de nuevo, esto es, del espíritu. Nicodemo tenía religión pero estaba muerto espiritualmente y Jesús venía a dar vida al espíritu.

Se puede ser el mejor religioso de este mundo, se puede recibir toda la honra humana y hasta ser declarado santo por los hombres y no tener vida en el espíritu. Jesús manifestó: “El que no nace de nuevo no puede ver ni entrar al reino de Dios”. Hoy entiendo por qué tanta gente es tan celosa de su religión y muy sinceramente defiende con pasión y fidelidad aquello que los hombres le han puesto el sello de autenticidad pero que Dios no aprueba por no ser conforme a la verdad sino según tradiciones humanas.

¿Es posible tener un encuentro con Jesucristo? El primer paso es creer que sí, esto significa tener confianza en que El respalda lo que nos dejó como mensaje de “buenas nuevas”. Por ejemplo, el dijo: “Todo lo que pidan al Padre en mi nombre, yo lo concederé”. El no tener confianza en estas declaraciones del Dios vivo lleva a la gente a sustituir la confianza en Él y en Su palabra por un mal sucedáneo, como los rituales y otras prácticas que dejan el corazón vacío. No hay nada tan práctico y razonable como poner la confianza en el Dios que hizo los cielos y la tierra y que se reveló en su Hijo Jesucristo.

En el sermón del monte Jesús enseñó: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados”. Esa búsqueda insaciable la ha puesto Dios en el corazón y, apunta a ser satisfecha completamente en la muerte y resurrección de Jesucristo, porque sólo Él está vivo de entre los muertos.

Corría el mes de agosto de 1973, y al oír este mensaje, le pedí a Jesús que perdonara mis pecados y entrara a mi corazón, conforme a su ofrecimiento: “He aquí que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y el conmigo” (Apocalipsis 3:20).

Jamás pensé que ocurrieran tantas cosas buenas. Vientisiete años de mi vida estaban esperando por un momento así. Alguien había entregado su vida para rescatarme de una vida vacía, insípida y sin sentido, ese era el Hijo de Dios. Todo era confuso sin Él, mas hay luz cuando Dios llega al corazón. Realmente el invitar a Jesucristo a mi vida ha sido la decisión más importante, afortunada y gloriosa que he tenido. Jesús transformó mi vida, me liberó del temor constante a la muerte, me dio la seguridad de vida eterna y un sentido valioso para vivir en este mundo llevando el mensaje de salvación a todo aquel que quiera escuchar.
Holger García es fundador y director nacional de Centro de Liderazgo Misionero. Ha desempeñado labores misioneras en diversas regiones de Colombia y actualmente desarrolla una intensa obra de capacitación y multiplicación de líderes cristianos en Chile.

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